
Hablemos de emociones
En mi entrada anterior mencioné a Mar Romera y es de ella, precisamente, el vídeo que quiero compartir hoy en esta nueva entrada. Disponemos de muchas entrevistas suyas en Internet y ha sido difícil elegir una concreta. Las preguntas del público han sido lo que me llevó a escoger éste, aunque sin duda hay muchos más.
Mar Romera nos enseña, por propia experiencia, que las etiquetas solo son eso, etiquetas. Insiste en que los profesores no son terapeutas, son educadores, y eso implica un desarrollo integral que incluye las emociones. ¿En qué momento deja el profesorado de sentir esa admiración por sus alumnos?
En este vídeo, nos recuerda la ponente una famosa frase de Aristóteles hablándonos sobre el enfado: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”. Debemos vivir todas las emociones en función del momento y la situación. Insistiendo en que las emociones se viven, no se enseñan. Es necesaria la educación del ser: amarles por quienes son y no por lo que hacen. Mira, conecta, interésate y usa el «por favor» y el «gracias». Entender la trascendencia, porque no todo es rápido, como decía en mi entrada anterior. La felicidad no es un estado, sino una búsqueda. La felicidad son momentos.
Los adultos debemos desaprender muchos mensajes erróneos que nos han grabado sobre las emociones. Borrar que hay emociones “buenas” y “malas”. Estoy totalmente de acuerdo con ella, en que lo que debemos fomentar es el autoconcepto. Conocer cuáles son nuestros puntos fuertes y fomentarlos. Yo añadiría también, conocer nuestros puntos débiles. Observar cómo reacciono ante determinadas situaciones y aprender estrategias (escucha activa, comunicación asertiva, reconocer nuestras emociones, aprender cómo gestionarlas…). En mi opinión, lo importante en el plano emocional es que les enseñemos a los niños a integrarlas desde pequeños. A gestionar la frustración, enseñarles a aceptar las pérdidas, en el juego, ante la muerte… Comparto con ella la esperanza de que lo importante sea el referente, la persona.
Para quienes dispongan de tiempo limitado para ver un vídeo de una hora, os transcribo una historia que esta maestra acostumbra a contar en sus charlas y me parece enriquecedora. En verdad cuenta varias, en el minuto 27 tenéis otra que también aporta mucho, y el minuto 55 tiene un importante mensaje para el profesorado en particular. El profesorado, un gremio que debemos cuidar, apoyar y facilitarles recursos para detectar precozmente dificultades.
Cuenta la historia de un hombre que ganaba siempre el premio al mejor maíz. Entonces se le acercó un reportero y le preguntó: «¿Por qué gana todos los años el premio al mejor maíz?
El hombre respondió: “Porque tengo un secreto”.
El reportero preguntó entonces: “¿podría contarme su secreto? Tenga en cuenta que lo voy a contar en todas partes”.
El señor contestó: “No me importa, te lo contaré. Todos los años, cuando hago la cosecha de mi mejor maíz, busco las mejores mazorcas y las guardo para semillas. Y esas, las mejores, las reparto entre mis vecinos”.
– “Pero señor, si reparte la mejor simiente entre sus vecinos, es muy probable que al año siguiente gane uno de ellos el premio al mejor maíz”.
– “Es cierto, joven” admitió el hombre, “puede ser que gane uno de mis vecinos, pero lo que es seguro, es que mi maíz se poliniza con el suyo. Si mi vecino no tiene el mejor maíz, es imposible que yo gane el premio”.
Familia, profesorado e instituciones (yo lo ampliaría a toda la sociedad) deben unirse para dirigirse a un fin común, mejorar la educación, formar ciudadanos con valores.
Gracias a todos por vuestro tiempo.