Mario Alonso Puig insiste en la idea “aquello que crees, creas”, así como «el antídoto para el miedo es el Amor». Podemos encontrar numerosos vídeos de este gran comunicador. En éste en concreto, el autor nos hace pensar sobre que solo vemos una parte de la realidad.
Donde llevemos nuestra atención, van nuestras emociones. La percepción es una interpretación de la realidad, una creación cerebral. Por ello, algunas personas viven en un mundo de oportunidades y otros de amenazas, dependiendo de su enfoque. La epigenética demuestra que los estados emocionales de las personas despiertan unos genes y hacen que otros se queden dormidos.
La neuroplasticidad tiene dos facetas: la generación de nuevas neuronas y la conexión entre ellas. El cerebro puede cambiar. Cuando estamos buscando el lado positivo, sin negar el otro (en la vida ocurren sucesos que duelen, que decepcionan, pero es mucho más) estamos cambiando la estructura física. Nuestro cerebro se reinventa, cambia la forma de relacionarnos con la vida. El problema existe, aunque lo vemos como una oportunidad.
Aconseja una técnica: Tomar una hoja de papel y comenzar a escribir las emociones. Al hacerlo, el mensaje debe pasar por la zona prefrontal izquierda (base de las emociones positivas). Ante la tensión y la frustración hay una química cerebral que nos convierte en potencialmente peligrosos. Realizar ejercicio físico, caminar acelerando el ritmo cardiaco durante unos 20 minutos, genera oxitocina y beta endorfina, hormonas que “desenchufan” la amígdala, que a su vez «desactiva» el hipotálamo y evita la resonancia límbica, esa reacción de ira que afectaría a todos.
El autor resalta tener cuidado con la resonancia límbica y nuestro diálogo interior. Una situación depende de lo subjetivo, los pensamientos que generamos. Por ello, debemos poner mucho cuidado con los mensajes negativos que nos damos: “qué torpe eres”, “qué tonto”, … En mi opinión, deberíamos cortar estos mensajes desde la infancia.
Menciona igualmente la importancia de descubrir aquello que se nos da bien de manera natural y nos gusta, sin buscar el elogio o la valoración, sino ampliando nuestro bienestar, nuestro potencial. Toda persona tiene un don para algo. Conectemos con nosotros mismos a través de la meditación, el silencio, de la autoobservación, del autoconcepto.
Vivimos en piloto automático, la desaceleración reequilibra el Sistema Nervioso Central, produce cambios en la creatividad, capacidad de aprendizaje, de comprensión y de centrar la atención. Al producir ese alto, se empieza a rejuvenecer, los tejidos funcionan mejor.
Entiendo que muchas personas sean aún reacias a creer en ello. Es lógico, debemos desaprender ciertas ideas con las que hemos convivido desde pequeños. Sin embargo, como decía Albert Einstein, posicionémonos ante el misterio desde el asombro, la curiosidad y la humildad. ¿Y si intentamos este verano vivir más despacio y conocernos un poquitín mejor?
Finalizo con una frase del autor: «Conocerse para comprenderse, y comprenderse para superarse».